viernes, 25 de septiembre de 2009

"Legítimas y acreditadas tortas de aceite de Inés Rosales"


Ponga usted en su vida diaria una de las legítimas, acreditadas, magníficas, aclamadas, coreadas Tortas de Aceite de Inés Rosales, histórica e historiada merienda, almuerzo, piscolabis, de duquesas, marqueses, aristócratas, burgueses junto a una taza de chocolate o un vaso de leche, o a un té que es más exótico o anglófilo.

Proveniente de tierras sevillanas (Castilleja de la Cuesta) viene su envoltorio aromatizado con el olor primaveral del azahar y el fervoroso perfume de los cirios que alumbran el paso de Nuestra Señora de la Esperanza (Macarena).

Dulce laico no va su consumo unido tradicionalmente a ninguno de los tiempos religiosos que rigen nuestro calendario, como el contumaz e irreductible polvorón a la Navidad, o la esquisita y tierna torrija a la ascética Cuaresma. Dulce laico puede consumirse en cualquier época del año; tiene algo de profana y eucarística obléa que se deshace en la boca pergeñando un sabor de azúcar anisada.

Es maná, ambrosía, dulce artesano y tradicional con reminiscencias de tiempos pasados alumbrados por una luz virginal, clara, sencilla; ecos que nos llegan contenidos, resumidos, resplandeciendo en ese dorado sol tangible y cercano que es una torta de aceite: sol hecho de carne con sus mismas manchas solares, las diminutas, agrisadas, escondidas semillas de anís y una capa de azúcar semiderretida.

Poesía al servicio de la gula, pecado que ensancha.