viernes, 30 de julio de 2010



Cataluña ha abolido las corridas de toros en su territorio.

Asistimos en chanclas a un momento histórico desde el salón de nuestras casas, con la veraniega sandía desaguándose en el plato de postre; nosotros los desheredados de la Historia (grandilocuente palabra), en la vorágine del pan y circo de todos los veranos (con la crisis menos pan y ahora también menos circo); ciudadanos con voto pero sin voz, vemos a nuestros vociferantes políticos, encaramados en la legitimidad de miles de papeletas electorales, emitir sus prodigiosas e incontestables opiniones como si fueran profetas de la verdad suprema contra la que no cabe otra cosa que el acatamiento sin matices.
Hablan los Montillas y Moriles embriagados de si mismos, con su demagoga dialéctica de albañal, alegando en sus discursos a la libertad individual de los ciudadanos, o el maltrato de los animales según color político o posiciones del individuo, en una confusa aleación de estrategia de partido, intereses propios y electorales, disfrazados de desvelos y preocupaciones por el interés del ciudadano que les ha encumbrado a su canongía.
Julio se marchita con unos días tórridos de noches caribeñas, una vez más la historia nos ha pasado al lado soplándonos molestamente en el cuello, y nosotros asistimos al teatro de al política nacional sandía en mano, prefiriendo las funciones del Festival de Teatro Clásico de Mérida.